By: Olivia Richard
El mundo que veo está formado por líneas erradas.
Una serie de venas y capilares que bulliciosamente corren debajo de la tierra –
una sola fractura que crea un cisma de suciedad, roca, y sangre.
Insurgente, recurrente y omnipotente son los amos del látigo implacable.
La lengua de la serpiente no se preocupa por los reinos de la virtud de la niñez o la probidad del conocimiento.
Una chica joven, ahora huérfana de madre, camina a través de un océano estorbado por los escombros en Chile en busca de cualquier recuerdo de su familia que puede guardar.
Un padre entierra a su hijo adolescente, víctima de la guerra entre los mafiosos brasileños dueños de las drogas y un gobierno violento.
En una habitación lúgubre, una mujer se acuesta en una cama con los brazos e adornados con una manga de manchas púrpura, que se desvanecen en un tono enfermizo de amarillo.
Su rostro hinchado, su piel lleva las marcas inconfundibles de alguien que fue verdaderamente amado.
Un país se derrumba bajo el peso de su corrupción gubernamental.
Las familias, vidas, hogares y futuros destruidos en cuestión de segundos a manos de las naturaleza y los grandes terremotos.
Ya sea por la mano del hombre o los puños de la naturaleza, estos son los cismas violentos que nos separan, las articulaciones viciosas que nos unen y las raíces impermeables que nos definen.